Desde el momento en que nos hacemos conscientes de estar vivos muchas preguntas se nos asoman a la mente: ¿por qué estoy aquí? ¿cuál es el propósito de esta experiencia? ¿cuál es el papel a desarrollar en el Universo?...
En la infancia las posibilidades son infinitas, los descubrimientos potenciales ilimitados y la enorme gracia que supone estar vivo es un placer irrepetible que se vive entregado al momento presente, en sincronía y sin grandes cuestionamientos.
En el proceso de hacernos adultos, las personas nos vamos integrando en un entorno familiar, social, cultural, laboral que tienen sus propios esquemas de percibir la realidad y, al incluirnos como miembros, nos impone o nos presupone un grado de acuerdo y consonancia con su interpretación. Son como superestructuras mentales, desde las cuales las personas nos posicionamos, que en la mayoría de las ocasiones, no han sido manifestadas de manera consciente, no han sido acordadas y supone vivirse desde unos roles con sus responsabilidades, posibilidades y limitaciones. La cultura conlleva ideas y emociones, conscientes e inconscientes.
El proceso de culturación es parte fundamental de la vida de las personas, las personas somos seres sociales que nos enriquecemos en esa interacción, pero la integración en grupos con sus normas, espectativas y limitaciones, que se desarrolla en todas las culturas, conlleva fragmentar esa conexión con la totalidad del Universo, que se hace de manera inconsciente en la infancia. Según el grado de acuerdo y conformidad personal, y los avatares en los que se desenvuelve nuestra vida, comienzan a abrirse cuestionamientos, que pueden adoptar la forma de temores, ansiedades u obsesiones sobre la propia identidad, sobre nuestra misión y nuestros propósitos vitales.
La mente es un producto de nuestro cerebro que se genera por atención a unos estímulos u otros y en función de nuestro esquema de valores y nuestra historia personal, genera una mentalidad, desde la que tendemos a interpretar lo que nos acontece. La meditación es la mejor y más potente herramienta para entrar en contacto con nuestra mente: observar su funcionamiento, conocer sus mecanismos de interpretación, discernir su grado de adecuación y ampliar nuestras capacidades mentales.
Sobre la meditación hay muchos estudios y escritos que nos presentan diversas orientaciones filosóficas, con sus modelo y técnicas; todos coinciden en que su práctica es muy beneficiosa para la actividad mental de las personas porque mejora su nivel de concentración, su capacidad de observación, su ecuanimidad, su estado de paz, reduce los niveles de ansiedad y stress y redunda en una mejora del bienestar general de las personas.
La meditación es un proceso que resulta muy sencillo de percibir y muy fácil de practicar, una vez que se comienza una práctica regular, y sin embargo es complejo de describir porque afecta a nuestro supra-nivel, al grado de conciencia que tenemos de nuestra mente; es nuestro Espejo. El acceder a nuestro nivel de consciencia nos da un importante grado de libertad porque nos hacemos directores de nuestra mente, ya no somos prisioneros de la limitaciones de una mentalidad porque sabemos como se transforma.
La bases fundamentales de la meditación son la atención de la mente, por focalización de la actividad mental y la observación de los fenómenos mentales. La práctica comienza por una relajación física (vía fundamental la respiración), focalizar la mente en una idea o una sensación (las dos vías fundamentales de la meditación oriental), observar nuestra actividad mental, como pasan por ella ideas que se disuelven cuando las observamos sin juzgarla y discernir nuestra propia responsabilidad en la interpretación de lo acontece en la mente.
El progresar en el conocimiento de la mente y los estados de conciencia, conlleva cultivar un comportamiento acorde con nuestro esquema de valores morales, entrenamiento mental y desarrollo de la sabiduría de nuestro propio maestro interior.
NUESTRA CONSCIENCIA SE ABRE Y NOS SINCRONIZAMOS CON EL UNIVERSO...
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