jueves, 14 de febrero de 2013

La emoción y el sentimiento. La conciencia del cuerpo en la mente.



En las últimas semanas he estado dedicando parte de mi tiempo a leer algo sobre el neurólogo, de origen portugués, Antonio Damasio. Para quién no haya oído hablar, que sepáis que es uno de los profesionales con mejores, más sólidos y más lúcidos estudios en el intento de comprender qué es eso de la Conciencia, desde una orientación de investigación científica unida a la historia del pensamiento humano.

Este post es un resumen de una entrevista, con algunos comentarios de otras alternativas.


BLOG DE E. PUNSET   www.eduardpunset.es/.../el-cerebro-teatro-de-las-emocion...

ENTREVISTA A A. DAMASIO  
“Nuestra capacidad de predicción varía según la cantidad de
información de la que disponemos y según cuánto nos dejemos
engañar por nuestros sentimientos”
La conciencia está íntimamente vinculada con la sensación inicial de uno mismo, y sentir tu propio organismo y lo que cambia en él. Si no sintiéramos nuestro organismo, para empezar, si no notáramos sus cambios, no podría haber conciencia.
Nuestros sentimientos de emoción, especialmente los sentimientos más simples fruto de emociones del entorno, suponen casi el principio de la conciencia. En cierto modo, no se puede tener un sentimiento propiamente dicho sin conciencia, pero no creo que se pueda tener conciencia sin un sentimiento. Porque hay un punto en el que todo empieza.
Los conocimientos sobre la emoción y el sentimiento son muy importantes, porque muchas de las reacciones que consideramos patológicas tienen que ver con las emociones, principalmente con las emociones sociales, y con la facilidad con la que se desencadena un conflicto social.

Un estímulo desencadena una emoción, pero estamos todavía en el CUERPO.
Las diferentes moléculas provocan resultados distintos. Cuando tienes miedo, o estás enfadado, perturbas la fisiología normal, creas conflicto, creas falta de armonía, y es entonces cuando percibes que hay algo que no va bien y se generan reacciones como la liberación de cortisol, que se asocia con lo que denominamos estrés. El amor y la confianza generan oxitocina que es la sustancia química más importante para el desarrollo de la comprensión y establecimiento de relaciones sociales. En varios estados de recompensa, entra en juego otra molécula muy importante llamada dopamina. Lo único igual es que todas ellas son emociones, siempre se acaba en un estado emocional, pero no tiene que ser exactamente el mismo estado.
Y luego aparecerá un sentimiento. Y esto ya es un asunto de la MENTE.
Es muy importante distinguir entre la fase de la emoción y la fase del sentimiento:  por ejemplo en la emoción de miedo, hay un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción automática que empieza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo. Entonces tenemos la posibilidad de proyectar esa reacción concreta con varias ideas que se relacionan con esas reacciones y con el objeto que ha causado la reacción. Cuando percibimos todo eso es cuando tenemos un sentimiento.
ESTIMULO: alguien ha gritado...eso nos inquieta→ EMOCIÓN
REACCIÓN FISICA: nuestra frecuencia cardiaca y nuestro cuerpo cambian
Si pensamos, generamos posibilidades: que hay peligro →→salir corriendo...o que podemos quedarnos quietos y prestar mucha atención.
Y todo este conjunto -el estímulo que lo ha generado, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción- es lo que constituye el sentimiento.
Hay dos posturas sobre cómo se puede contener la pasión. La primera es la que puede asociarse con Kant, en la que, literalmente, dices que no, y por pura voluntad lo niegas; y luego está una postura que podríamos asociar con gente como Spinoza, o como David Hume, mucho más humanizada, porque se percatan de que la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta es tener una emoción positiva muy fuerte. 
Esta segunda vía, también orienta el modelo de cambio de J. Dispenza. Su propuesta de diseñar tu propia realidad a través de meditaciones diarias y dirigidas hacia objetivos, comienza por un reconocimiento y  aceptación de una situación, para pasar a diseñar tus objetivos y proyectar en tu mente una pseudorealidad, con gran lujo de detalles, para forzar la emocionalidad, y que el cerebro segregue sustancias químicas que trasladen las ideas al nivel físico, para facilitar el paso a la materialización.
Yo, en este punto añadiría una tercera vía, que muchos de vosotros conoceréis, porque es muy utilizada en meditación: la de la contemplación. Desde esta posición se asume la emoción y los cambios que esta opera, pero la mente se limita a observarlos sin negarla u oponerse, sin sumarse y sin implementar nuevos estímulos. En el momento en que somos conscientes de una emoción sin tratar de negarla o manipularla, se comienza abrir el estado de discernir, la fuerza del impulso que generó la emoción se desvanece, nuestro cuerpo recupera su estado de tensión y equilibrio habituales y nuestra mente puede generar opciones de conducta más libres.
Tanto el oponerse como el sumarse incrementan la fuerza del estímulo, en términos de J. Dispenza, el cerebro funciona desde respuestas reactivas y supervivenciales; refuerza las respuestas neurológicas y la química de  la vía rápida del stress. Si nos hacemos adictos a las hormonas del stress y la ansiedad, vamos repitiendo patrones de identidad insatisfactorios. Esta repetición los refuerza y hace crecer la frustración.
Para tomar el control de nuestra libertad y crear nuestra realidad de manera autónoma y creativa es preciso aprender a usar el lóbulo frontal del cerebro, a través del discernimiento mental entre la emoción y el sentimiento, manejar nuestra determinación y capacidad de concentración para poder dirigir nuestra conducta hacia nuestros objetivos libremente.

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