jueves, 7 de marzo de 2019

La violencia degenerada ¿qué pasa con el agresor? ¿qué podemos hacer?


                 

La violencia degenerada. NIVELES III y IV.            
                                                                                                                                                                         
En el primer nivel, la violencia se ejerce  por control social y acoso moral. En el segundo nivel se retira de miradas curiosas, se refugia en el ámbito doméstico y aumenta el grado de violencia emocional y maltrato psicológico. Mediante un juego de cal y arena se han ido desmoronando las estructuras que sostenían la auto-estima de la víctima, se le ha hecho luz de gas emocional y su mentalidad está confusa.


El agresor se ha situado en un plano de superioridad, y por medio de juicios y descalificaciones hacia todo lo que considera peligros y ha logrado que nadie tenga influencia sobre ella. Ha minado su confianza y ha destruido los puentes que la unían al mundo social. La persona ha sido aislada de los vínculos, por lo que nadie le puede reconocer su valía y reforzar su auto-estima. Ahora la única persona de la que puede recibir algún refuerzo es del propio agresor.
Una vez establecida la influencia y eliminados los testigos, se pasa a la fase de colonización emocional. Al juego de cal y arena se suma la violencia de los chantajes y quejas. Las quejas suponen un nivel de agresividad pasiva alto, en el cual el agresor adopta una posición asimétrica: el agresor no tiene que explicitar sus requerimientos porque es función de la víctima que se los adivine. Se cree merecedor de refuerzo y delega en la víctima la responsabilidad de lo que sucede: si las cosas no se ajustan a lo que él quiere es por culpa de ella.
La persona afectada vive en un auténtico infierno, tanto cuando el agresor está presente como cuando no lo está,  porque su mentalidad ha sido colonizada por los esquemas morales del agresor, y a través de estos esquemas implantados percibe lo que le acontece con ansiedad y con la angustia de la comparación eterna; siempre en espera de aprobación o reproche.
Para ampliar la comprensión de estos niveles podemos recurrir a alguna películas de Michael Haneke, tales como: La cinta blanca o Funny Games.


En el nivel IV se alcanza la violencia física, emocional, sexual; hay chantajes, torturas, negligencias en los cuidados, golpes, agresividad verbal, etc...  No me quiero detener en esta fase porque es demasiado violenta para mí y prefiero protegerme de este relato. Ahora la escalada alcanza todos los ámbitos y esferas de la vida de la víctima y puede llegar a un desenlace trágico, que nos incluye a tod@s porque tod@s formamos parte de su contexto y la violencia se extiende como la pólvora.


Por su parte el agresor, independientemente de su género, suele tener un déficit de auto-estima notable, porque se siente incapaz de alcanzar sus propios standares, y esto le lleva a refugiarse en una dimensión de superioridad egótica, que como no se sostiene en ninguna realidad, precisa de hundir a la otra persona para poder ostentar un papel de pretendida superioridad.
El agresor agrede tratando de liberar su impotencia y su desprecio hacia sí mismo… pero aun así, ¡no nos da ninguna pena! Porque en el camino de la vida todos tenemos muchas vías y los agresores elijen un atajo que va contra toda@s y sólo va a favor de su ego.
Si nosotr@s no le importamos lo suficiente como para mantener una relación simétrica y respetuosa,  a nosotr@s tampoco nos tienen que importar su impotencia y sus frustraciones: ¡¡¡al enemigo ni agua!!!


Nosotr@s, al igual que el agresor tenemos muchos caminos abiertos en la vida propia y en nuestros contextos. Confrontar y frenar las relaciones asimétricas, irrespetuosas y violentas en su inicio, en cualquier contexto es algo que está nuestras manos en el NIVEL I.


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