viernes, 19 de abril de 2013

Buscando la salida del naraka interno



Desamparado por lugares inhóspitos,
perdido,
comienzas la búsqueda del buey.

Las aguas se desbordan.
Las montañas parecen lejanas.
El sendero parece no tener fin.

Desesperado, cansado,
¿hacia dónde ir?
Se hace tarde.
¿Qué cantan las cigarras?
¿Qué callan los arces?



El buey no está lejos. ¿Porqué buscarlo?
Si no sientes su presencia es porque estás fuera de ti mismo.
Cegado por el mal uso de tus sentidos has perdido tu morada y te alejas por caminos inciertos.

El gusto por aferrar y el miedo a soltar te consumen.
El pensar en el bien y en el mal desagarra tu espíritu.

Extraído de: La Doma del Buey  (Kakuan Shien)
 Ed. Miraguano


1 La Búsqueda
Las circunstancias de nuestra vida: vivir en armonía o en conflicto, la ciudad, los amigos, etc dependen de nuestra mente, son un reflejo de nuestra actividad mental, por lo que para comprender nuestra vida se hace preciso conocer nuestra mente: ese es el Buey.

Nuestra mente está donde nosotros estamos, por eso no es necesario buscar maestros lejanos, ni parajes exóticos para encontrar luz; el Buey es nuestra mente y nuestra percepción de la vida, y está justo donde nosotros estamos. La vía está a nuestros pies. Si no somos conscientes, y tenemos que pensar en cómo estamos viviendo nuestra vida, es porque nos hemos alejado de nuestra esencia persiguiendo fantasías de nuestros pensamientos o de nuestros sentidos; hemos hecho un mal uso de nuestro conocimiento, de nuestras percepciones y de nuestra mente.

Impulsados por la ignorancia de los sentidos embrutecidos y de las ideas delirantes o fanatizadas que tomamos por certezas, llegamos a lo que en Zen se llama naraka, (vivir un infierno, sufrir como perros, estar auto-lobotomizados por nuestro cerebro límbico...). En el estado naraka, la mente vaga como un mono que se mueve en todas las direcciones, y se dispersa en una confusión ansiosa, con la sensación estresante de que no puede alcanzar sentido.

¿Cómo se llega a conocer la mente?
La herramienta fundamental es la conciencia, que es la sustancia de la vida; decimos que algo existe cuando somos conscientes de ello. Si no conocemos los mecanismos y de nuestra mente es cómo si nuestra mente no existiese, vivimos sin vivir en nosotros mismos

¿Qué es la conciencia?
Resulta imposible de definir porque es ilimitada y lo contiene todo, es el ojo que todo lo ve, lo abarca todo, desde lo más pequeño como una escama de un pez, a lo más grande, como un paisaje desde el aire. Donde enfocamos nuestra conciencia damos cuenta de la existencia de fenómenos: un valle, el planeta, una lágrima, una sonrisa...Es la luz que nos permite existir.

¿Cómo se desarrolla la conciencia?
Por medio de la función de la atención, focalizando nuestra mente por medio de dos métodos complementarios: la concentración y la observación, como una linterna.

La concentración supone intensificar la luz de la conciencia en una dirección concreta, es como una linterna con un haz de luz, y nos muestra la existencia de objetos según dirigimos ese haz de luz para permitirnos la observación.

Estas dos cualidades existen en todas las mentes, unas personas tienen más desarrollada la concentración y otras la observación, para conocer el funcionamiento de la mente se precisa el desarrollo de ambas cualidades de manera complementaria.

La postura y la respiración
En la vía Zen se aprende a desarrollar la atención a través de estar presente en lo cotidiano: la manera de usar el cuerpo, de sentarse, de ingerir alimentos...son muy estrictas porque se utilizan para entrenar y potenciar estas dos funciones básicas de la atención, que nos resultan imprescindibles para conocer nuestra mente.

Los primeros minutos de cualquier sesión de meditación orientan nuestra atención al cuerpo, al adoptar una postura nuestra mente va concentrando y observando con su haz de luz, como nos sentimos: como se distribuye el peso del cuerpo, la posición de las piernas, de la cabeza...

Una vez que nuestra concentración ha llevado nuestra mente al cuerpo podemos ampliar su campo de acción por medio del juego de respiración: la inspiración y la expiración.

Si la mente está muy dispersa es útil recurrir a la técnica de contar respiraciones con los dedos, ir haciendo ramilletes de cinco y ramos de 25 ramilletes hasta completar 5 ramos. Entonces se comienza a alcanzar cierto grado de concentración en la mente; nuestra linterna se hace firme, ya no divaga persiguiendo cualquier fenómeno: sensaciones, recuerdos, informaciones o experiencias, en una cascada ansiosa, como si estuviese en las manos de un loco.

La postura física y la respiración funcionan como soportes de la concentración.

Cuando alcanzamos control sobre la atención podemos comenzar a discernir sobre los diferentes fenómenos de nuestra conciencia que componen nuestra mente: las sensaciones, las ideas, los mecanismos, las emociones, los recuerdos, los impulsores...etc. Los fenómenos pasan por nuestra mente y tomamos conciencia de ellos sin dejarnos arrastrar; todos tienen existencia y ninguno preminencia.

En este proceso de familiarización con los recurso y estructuras de nuestra propia mente es preciso ir equilibrando las funciones de la atención, porque si abusamos de la observación agotamos las pilas de nuestra linterna y todo vuelve a sumergirse en la oscuridad y se torna confuso (quién mucho escoge, mucho yerra). Para mantener luz en nuestra observación hay que recargar las pilas de la linterna por medio de la concentración.

Al adoptar la postura zazen puede que tengamos la sensación de que es aburrido porque no pasa nada, pero a medida que vamos cargando las pilas de nuestra linterna, nuestra atención se va abriendo al vasto universo de nuestra mente, los objetos de observación se hacen infinitos y cambian a cada instante. Sin una concentración profunda y estable, este universo se nos haría muy confuso y tumultuoso...como un corcho en un río turbulento, por eso es tan importante enfocar la atención en la postura y la respiración, y si la concentración está muy baja, recurrir a la técnica de contar respiraciones.

El campo de la conciencia
Ya sean sensaciones agradables o desagradables las que aparecen en nuestro campo de conciencia, lo importante es no rechazar y no apegarse a ellas, tomando conciencia de esta dinámica mental podemos evitar identificarnos, juzgar y tomar una parte por el todo, que son las dinámicas que nos conducen al naraka del sufrimiento, la angustia y la ansiedad.

La clave está en no aferrase a lo que nos resulta placentero y no rechazar lo que no nos resulta agradable admitir...todos son fenómenos de la mente, que están de paso.

Todas las enseñanzas del Zen de la antigua China están basados en esta doble actitud: mantenerse firmes y soltar...como hacer volar una cometa. Al buey se le doma con el lazo y con el látigo: el lazo para mantenerlo atado y el látigo para hacerlo fluir cuando se vuelve perezoso.

La técnica consiste en mantener firme la postura y soltar la dificultad.

Usualmente hacemos lo contrario: relajamos la postura del cuerpo con pereza y nos apegamos al sufrimiento y la dificultad, de las que nuestra mentalidad se ha hecho adicta.

Se compara el entrenamiento de la mente con la doma de un mono, al que se ata, y sigue moviéndose sin parar. Hay que tener paciencia y permitirle algo de movimiento...hasta que se aburra porque no puede llegar muy lejos; entonces se funde con la inmovilidad del zazen y comienza la aventura del descubrimiento interior.

El buey no está lejos, no está en ningún otro lugar, ni en otro tiempo; está siempre donde nosotros estamos.


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