En la introducción de su obra, La
meditación y los estados superiores de conciencia, el psicólogo
transpersonalista Daniel Coleman, comienza por un ejemplo para situar los
estados discontinuos, que yo he encontrado muy gráfico; los compara con los ingenuos
mapas del Nuevo Mundo que dibujaban los cartógrafos del S XVI basándose sólo en
lo que les contaban los exploradores, sin conocimiento empírico propio: unos
situaban a Perú, otros a México, pero la visión del conjunto resultaba una
deformidad grotesca.
Afirma que según avanza la investigación
en los estados de conciencia alterados, se va constatando que las diferencias
en la descripción de los contenidos de las experiencias, que hacen los diversos
sujetos son más atribuibles a diferencias subjetivas individuales que al
contenido de la propia experiencia, y esto es debido a que han sido vivenciados
desde el marco de la estructura simbólica de las diferentes culturas de los
sujetos que los han vivido.
Cuando las personas expresan esta
clase de experiencias, suelen recurrir a metáforas y símbolos, para describir
lo que les resulta difícil de explicar con los parámetros de comunicación
normales, y ponen de manifiesto las predisposiciones cognitivas de los
arquetipos, valores o creencias mítico-religiosas de su cultura de referencia.
También recoge una cita de Suzuki
(1958) que afirma que en toda religión ha sido la experiencia íntima de un
estado de conciencia alterado, la que ha precedido y servido de base para las
estructuras posteriores de la institución y la teología. Esto le lleva a
plantear que quizás la actual desafección generalizada hacia las distintas
religiones puede deberse a que el marco doctrinal, ritual e ideológico, dominante
se ha convertido en un tirano dogmático, que ha ahogado el fuego que impulsaba
la sinceridad de esa emocionalidad primigenia.
Todas estas observaciones me han resultado muy interesantes, pero también constato que esa sensibilidad emocional
genuina sigue existiendo, que se manifiesta de formas muy diversas, y que cada
vez somos más las personas sensibilizadas y que tenemos conciencia de ello, y
nos sentimos fuera de lugar en los marcos religiosos establecidos, un poco como
out-siders siderales, porque la cerrazón dogmática de las estructuras dominantes
nos dejan sin aire.
Y como quiera que estas formas de
conciencia alternativas suponen una ruptura con la estructuración mental de la
lógica y con la estructuración espacio-temporal convencional, he decidido
comenzar este ciclo, que voy a dedicar a los estado de conciencia alternativos,
a revisar un poco las estructuras mentales, ya sean míticas, religiosas o
filosóficas que han dado acogida a las experiencias de estados de conciencia
alterados, o sea que voy a comenzar por repasar un poco la historia de las
ideas.
Una de las características
básicas para considerar que hay una cultura, en los restos de los yacimientos
arqueológicos es reconocer signos o símbolos asociados a rituales de
enterramiento, porque manifiestan que los individuos que las conformaban tenían
conciencia de trascendencia. Según las diferencias ecológicas manifestaban esa
creencia de diferentes formas rituales y recurrían a unos símbolos u otros: el
menhir, que es como un gran falo telúrico que comunica la feminidad de la
tierra con la masculinidad del cielo, el
círculo que engloba y acoge, la espiral que extiende la acogida hacia
diferencias de nivel…etc. De estas culturas no nos han quedado escritos que nos
expliquen su propia interpretación, por lo que sólo podemos hacer suposiciones,
con los riesgos de sesgo que ello conlleva.
Siguiendo la rueda del tiempo la
forma de cultura mítico-religiosa más ancestral, que recogen todos los pueblos
que habitan la tierra, que pervive y goza de un interés en alza, es el
chamanismo.
Todas las formas de chamanismo
parten de una toma de posición ecológica de mutua dependencia con el entorno y
son animistas, es decir, atribuyen esencia o espíritu a todas las cosas, dentro
de un alma común que todos compartimos. Además este espíritu puede abandonar el
cuerpo durante el sueño o de forma deliberada por medio de diferentes técnicas.
Además del alma universal y el espíritu personal, que comparten todas las
formas de chamanismo, hay una importante diversidad según cada cultura, así los
inuit creen en tres almas, los sioux cuatro, los jíbaros tres durante la vida y
otras tres más después de muerto…
Este actividad física y anímica
se ejerce en un Cosmos que es un espacio multinivel, porque hay una importante
variabilidad en los niveles de densificación de la energía, que derivan en
diferente grado de estructuración de la materia, desde la esencia al mundo de
las apariencias de los fenómenos cotidianos en los que se desarrolla nuestra
vida. El chamán siberiano viaja a los mundos superior e inferior, el amazónico
tiene más de doce niveles, las chamanas soras de la India viajan por los dos
niveles de la realidad, pero ambas están en esta realidad, sólo que lo hacen de
forma superpuesta y contrapuesta en ocasiones, como una especie de parodia; los
espíritus de todo lo que vive, y que ha vivido, son las causas reales de los
acontecimientos de la vida ordinaria, no es sólo atribuible a la actividad
consciente.
En la interpretación de situación
de todas las formas de chamanismo, la actividad espiritual no se limita a la
contemplación mística, implica un ejercicio de poder que quiere transformar las
cosas: la cosecha, la caza, las relaciones personales, la influencia de
espíritus negativos o vengativos, etc.
El medio para actuar es un cambio
en el estado de conciencia, el más habitual es por medio del trance
controlado, pero también se recurre al
mediumismo, y menos al estado de éxtasis. El estado de trance conlleva una
cierta disminución de la conciencia del “yo” y de las circunstancias
espacio-temporales, y una actividad alta en otros niveles de la realidad, que
dependen de las creencias de cada cultura. A menudo está acompañado por tics,
temblores, desmayos, convulsiones y guarda cierta semejanza con lo que los
psiquiatras denominan estado de psicosis, un estado de conciencia disociado del
yo, en que lo que sucede y las conductas
de respuesta, el “yo” no las reconoce como propias, si no efecto de otras
influencias. Pese a lo llamativo de los síntomas, el chaman tiene control sobre
la situación, porque ha recibido una instrucción para soportar estas tensiones
psíquicas sin perturbar su equilibrio mental; mantiene y usa su voluntad para
intervenir, y esa es la principal diferencia con un enfermo psicótico, que lo
es contra su voluntad, no puede controlar esa experiencia de conciencia
alterada y la vive con sufrimiento.
En el estado de mediumneidad, los
síntomas y la actividad es similar, pero la persona que atraviesa este estado
no tiene control; es poseída sin su voluntad y cuando retorna al estado de
conciencia normal, vuelve con una información ampliada sobre una situación
concreta o sobre su propio desarrollo espiritual. El estado de éxtasis está más
a las vías de la mística de las diferentes religiones, va asociado a una
pérdida de sensaciones, silencio y quietud.
Volveremos a retomar el tema del
trance en otros post, porque las experiencias de diferentes culturas tienen una
gama muy rica de metáforas y prácticas para interpretar e intervenir en los
diferentes niveles de la realidad, como la canoa de Salísh, las plantas
maestras, rituales de adivinación, de curación, el psicochamanismo, etc, ahora
sólo pretendía hacer una pequeña introducción y centrarme más en estructuras de
pensamiento, pero se me ha ido la mano y ahora me da pereza cortar el texto.
En nuestro marco cultural habría
que repasar algunas escuelas del pensamiento de los pre-socrático, Eleusis, los
arquetipos del mundo de las ideas de Platón, Basílides, con su universo de 365
niveles, que dio lugar a nuestro calendario actual y a todos sus compañeros los
filósofos de la Gnosis,
tales como Plotino o Maní, la tradición hermética atribuida a Hermes
Trimegisto, los cátaros, los cabalistas medievales y judíos, la magia celta,
los francmasones y rosacruces…todos ellos y algunos más participan de concebir
esquemas de realidad menos rígidos que los que nos tiene acostumbrados a
manejar la lógica del modelo positivista dominante en la ciencia, y por
extensión en todas las categorías de la realidad contemporánea.
Si el universo es mente, como
dicen los filósofos del Gnagni-yoga, si las cosas que existen existen porque
ponemos nuestra atención en ellas, como afirman los físicos quánticos, si sólo
somos afectados por lo que podemos concebir…si ampliamos el marco desde el que
percibimos agrandamos el paisaje y nuestras posibilidades de actuación en él.
En otro momento iré retomando
estos temas, pero para un solo post es demasiado extenso tratar de tanta idea y
tanta evolución, revolución e involución… ya seguiremos en otro momento.
Besos komo kesos ke me voy a
komer
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