domingo, 13 de octubre de 2013

Una introducción a los estados de conciencia alterados




En la introducción de su obra, La meditación y los estados superiores de conciencia, el psicólogo transpersonalista Daniel Coleman, comienza por un ejemplo para situar los estados discontinuos, que yo he encontrado muy gráfico; los compara con los ingenuos mapas del Nuevo Mundo que dibujaban los cartógrafos del S XVI basándose sólo en lo que les contaban los exploradores, sin conocimiento empírico propio: unos situaban a Perú, otros a México, pero la visión del conjunto resultaba una deformidad grotesca.

Afirma que según avanza la investigación en los estados de conciencia alterados, se va constatando que las diferencias en la descripción de los contenidos de las experiencias, que hacen los diversos sujetos son más atribuibles a diferencias subjetivas individuales que al contenido de la propia experiencia, y esto es debido a que han sido vivenciados desde el marco de la estructura simbólica de las diferentes culturas de los sujetos que los han vivido.

Cuando las personas expresan esta clase de experiencias, suelen recurrir a metáforas y símbolos, para describir lo que les resulta difícil de explicar con los parámetros de comunicación normales, y ponen de manifiesto las predisposiciones cognitivas de los arquetipos, valores o creencias mítico-religiosas de su cultura de referencia.

También recoge una cita de Suzuki (1958) que afirma que en toda religión ha sido la experiencia íntima de un estado de conciencia alterado, la que ha precedido y servido de base para las estructuras posteriores de la institución y la teología. Esto le lleva a plantear que quizás la actual desafección generalizada hacia las distintas religiones puede deberse a que el marco doctrinal, ritual e ideológico, dominante se ha convertido en un tirano dogmático, que ha ahogado el fuego que impulsaba la sinceridad de esa emocionalidad primigenia.

Todas estas observaciones me han resultado muy interesantes, pero también constato que esa sensibilidad emocional genuina sigue existiendo, que se manifiesta de formas muy diversas, y que cada vez somos más las personas sensibilizadas y que tenemos conciencia de ello, y nos sentimos fuera de lugar en los marcos religiosos establecidos, un poco como out-siders siderales, porque la cerrazón dogmática de las estructuras dominantes nos dejan sin aire.

Y como quiera que estas formas de conciencia alternativas suponen una ruptura con la estructuración mental de la lógica y con la estructuración espacio-temporal convencional, he decidido comenzar este ciclo, que voy a dedicar a los estado de conciencia alternativos, a revisar un poco las estructuras mentales, ya sean míticas, religiosas o filosóficas que han dado acogida a las experiencias de estados de conciencia alterados, o sea que voy a comenzar por repasar un poco la historia de las ideas.

Una de las características básicas para considerar que hay una cultura, en los restos de los yacimientos arqueológicos es reconocer signos o símbolos asociados a rituales de enterramiento, porque manifiestan que los individuos que las conformaban tenían conciencia de trascendencia. Según las diferencias ecológicas manifestaban esa creencia de diferentes formas rituales y recurrían a unos símbolos u otros: el menhir, que es como un gran falo telúrico que comunica la feminidad de la tierra con  la masculinidad del cielo, el círculo que engloba y acoge, la espiral que extiende la acogida hacia diferencias de nivel…etc. De estas culturas no nos han quedado escritos que nos expliquen su propia interpretación, por lo que sólo podemos hacer suposiciones, con los riesgos de sesgo que ello conlleva.

Siguiendo la rueda del tiempo la forma de cultura mítico-religiosa más ancestral, que recogen todos los pueblos que habitan la tierra, que pervive y goza de un interés en alza, es el chamanismo.  

Todas las formas de chamanismo parten de una toma de posición ecológica de mutua dependencia con el entorno y son animistas, es decir, atribuyen esencia o espíritu a todas las cosas, dentro de un alma común que todos compartimos. Además este espíritu puede abandonar el cuerpo durante el sueño o de forma deliberada por medio de diferentes técnicas. Además del alma universal y el espíritu personal, que comparten todas las formas de chamanismo, hay una importante diversidad según cada cultura, así los inuit creen en tres almas, los sioux cuatro, los jíbaros tres durante la vida y otras tres más después de muerto…

Este actividad física y anímica se ejerce en un Cosmos que es un espacio multinivel, porque hay una importante variabilidad en los niveles de densificación de la energía, que derivan en diferente grado de estructuración de la materia, desde la esencia al mundo de las apariencias de los fenómenos cotidianos en los que se desarrolla nuestra vida. El chamán siberiano viaja a los mundos superior e inferior, el amazónico tiene más de doce niveles, las chamanas soras de la India viajan por los dos niveles de la realidad, pero ambas están en esta realidad, sólo que lo hacen de forma superpuesta y contrapuesta en ocasiones, como una especie de parodia; los espíritus de todo lo que vive, y que ha vivido, son las causas reales de los acontecimientos de la vida ordinaria, no es sólo atribuible a la actividad consciente.

En la interpretación de situación de todas las formas de chamanismo, la actividad espiritual no se limita a la contemplación mística, implica un ejercicio de poder que quiere transformar las cosas: la cosecha, la caza, las relaciones personales, la influencia de espíritus negativos o vengativos, etc.

El medio para actuar es un cambio en el estado de conciencia, el más habitual es por medio del trance controlado,  pero también se recurre al mediumismo, y menos al estado de éxtasis. El estado de trance conlleva una cierta disminución de la conciencia del “yo” y de las circunstancias espacio-temporales, y una actividad alta en otros niveles de la realidad, que dependen de las creencias de cada cultura. A menudo está acompañado por tics, temblores, desmayos, convulsiones y guarda cierta semejanza con lo que los psiquiatras denominan estado de psicosis, un estado de conciencia disociado del yo,  en que lo que sucede y las conductas de respuesta, el “yo” no las reconoce como propias, si no efecto de otras influencias. Pese a lo llamativo de los síntomas, el chaman tiene control sobre la situación, porque ha recibido una instrucción para soportar estas tensiones psíquicas sin perturbar su equilibrio mental; mantiene y usa su voluntad para intervenir, y esa es la principal diferencia con un enfermo psicótico, que lo es contra su voluntad, no puede controlar esa experiencia de conciencia alterada y la vive con sufrimiento.

En el estado de mediumneidad, los síntomas y la actividad es similar, pero la persona que atraviesa este estado no tiene control; es poseída sin su voluntad y cuando retorna al estado de conciencia normal, vuelve con una información ampliada sobre una situación concreta o sobre su propio desarrollo espiritual. El estado de éxtasis está más a las vías de la mística de las diferentes religiones, va asociado a una pérdida de sensaciones, silencio y quietud.

Volveremos a retomar el tema del trance en otros post, porque las experiencias de diferentes culturas tienen una gama muy rica de metáforas y prácticas para interpretar e intervenir en los diferentes niveles de la realidad, como la canoa de Salísh, las plantas maestras, rituales de adivinación, de curación, el psicochamanismo, etc, ahora sólo pretendía hacer una pequeña introducción y centrarme más en estructuras de pensamiento, pero se me ha ido la mano y ahora me da pereza cortar el texto.

En nuestro marco cultural habría que repasar algunas escuelas del pensamiento de los pre-socrático, Eleusis, los arquetipos del mundo de las ideas de Platón, Basílides, con su universo de 365 niveles, que dio lugar a nuestro calendario actual y a todos sus compañeros los filósofos de la Gnosis, tales como Plotino o Maní, la tradición hermética atribuida a Hermes Trimegisto, los cátaros, los cabalistas medievales y judíos, la magia celta, los francmasones y rosacruces…todos ellos y algunos más participan de concebir esquemas de realidad menos rígidos que los que nos tiene acostumbrados a manejar la lógica del modelo positivista dominante en la ciencia, y por extensión en todas las categorías de la realidad contemporánea.

Si el universo es mente, como dicen los filósofos del Gnagni-yoga, si las cosas que existen existen porque ponemos nuestra atención en ellas, como afirman los físicos quánticos, si sólo somos afectados por lo que podemos concebir…si ampliamos el marco desde el que percibimos agrandamos el paisaje y nuestras posibilidades de actuación en él.

En otro momento iré retomando estos temas, pero para un solo post es demasiado extenso tratar de tanta idea y tanta evolución, revolución e involución… ya seguiremos en otro momento.

Besos komo kesos ke me voy a komer




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