viernes, 7 de marzo de 2014

Feminismo: el sexo, el género y el poder

Llega el 8 DE MARZO de 2014!!!

Los tiempos cambian de estructura y de paradigma, pero la equiparación de géneros parece una asignatura pendiente, casi estancada, cuando no obstruida. Pareciera que la tensión sexual se haya confundido en las dinámicas del género, que se haya extraviado en las formas buscando el fondo, pudriendo con ello muy hermosas sinergias.

El machismo se mantiene en forma y, para que goce de tan buena salud, a mí se me hace que es imprescindible la colaboración femenina: como hubo judíos colaborando con nazis, o empleados bancarios seducidos por preferentes perpetuas, o capataces negros en plantaciones de esclavos: ¡No hay mejor cuña que la de la propia madera!


El hombre ha sido muy cruel con las mujeres desde hace siglos y lo extraño es que ha sido así porque tienen un profundo complejo de inferioridad al compararse, porque sabe que la naturaleza y el futuro, depende de la mujer, y no de él.  Nos basta con decir SI o NO, y el futuro es una elección nuestra. El descubrimiento de una relación de causalidad entre el sexo y la reproducción, en la que él no tiene el control, le hizo temer, le generó rabia y miedo, que desembocó en la estructura de poder, por control de la propiedad, actual; en el que el recurso a la violencia física o moral contra ella, para establecer el dominio y asegurar la reproducción de sus genes, usó tácticas como la expulsión del clan” [i]

La profesora Sanday[ii] argumenta que la dominación masculina no es inherente a las relaciones humanas, sino una salida ante distintas tensiones; los mecanismos y comportamientos que instituyen la dominación masculina, derivan en parte de antiguos conceptos de poder, que determinan la adaptación de las personas a su entorno, el conflicto social y el estrés emocional. En las guerras, la violencia sexual hacia las mujeres es la prolongación más cruel de la ira y la venganza. Nuestro cuerpo es el campo de batalla de egos ciegos y enfermos que minan la socialización saludable de las generaciones siguientes, desestructuran la vida de la comunidad, su cultura y su sentido de generar y hacer  florecer futuros.

La dinámica de las relaciones sociales es tan rápida que no evoluciona a la par el inconsciente colectivo, vivimos en una sociedad que reconoce una igualdad formal legal, pero la disfunción entre las etiquetas o estereotipos, que se han asimilado, y la realidad no  es fácilmente consciente. Los cambios estructurales son muy profundos, pero no lo han hecho los estereotipos que vienen heredados de una sociedad decimonónica, mezclada con genes árabes y con una estructura doctrinal católica; ortodoxa y expresiva  en lo formal y externo, y laxa en el ámbito privado.

Las personas incorporamos visión de género y sus estereotipos en fases muy tempranas, entre 1 y 3 años de edad, en un proceso de identificación inconsciente con las figuras a imitar —la madre y el padre- que son objetos idealizados porque tienen el control. En la medida en que los estereotipos no se hacen conscientes, forman parte de la identidad y de la actitud básica de las personas. Si no son cuestionados se garantiza la reproducción del sistema patriarcal, su escala de valores y distribución del poder. Aquí el rol de socializadoras de las madres es CLAVE: los niñ@s criados por padres del mismo género o que viven cuidado infantil por parte del padre suelen ser más renuentes a admitir los estereotipos de género.

Roles Sexuales: están determinados por el sexo biológico, por ejemplo, la menstruación, embarazo o erección, aunque son influenciados por las normas y valores culturales.
Valores: son aquellas creencias que la sociedad valora como deseables o buenas.
Normas: Parámetros de comportamiento que tienen aceptación social.
Reglas: Modos de llevar a la práctica las normas teóricas
Roles de Género: expectativas sociales creadas en torno al comportamiento de lo que se espera de una mujer o un hombre. En este contexto se concibe al hombre como el patrón de comparación, el modelo  de lo deseable, frente al que se compara al otro grupo, las mujeres que parten en desventaja. Contienen autoconceptos psicológicos, papeles sociales, familiares o políticos.
Poder: Proceso por el cual las personas o grupos ganan o mantienen la capacidad para imponer su influencia sobre otros. La inseguridad es la base de la necesidad de poder y de control: ansiedad de controlar nuestras vidas, y para reducir la disonancia, está la táctica de la sumisión o la del control, sobre quién considera menos poderoso, y su dominación crea la ilusión de poder.

Los estereotipos son simplificaciones de los fenómenos, y eso facilita la adaptación, pero anulan o deforman su conocimiento cabal. Los que hacen referencia a los atributos deseables para cada género: ambición (un hombre ambicioso, una mujer ambiciosa), frivolidad (un hombre frívolo, una mujer frívola), seducción (un hombre seductor, una mujer seductora), etc,  se han ido formando en el marco de un sistema social patriarcal arcaico, que identifica el mundo de la mujer como privado, marca las reglas y se maneja a través de las emociones, y el del hombre como público, impone las normas y maneja el poder.

El poder se ejerce mediante el control de recursos. Cada género o grupo cultiva y protege sus propios recursos, buscando capturar los recursos del otro grupo[iii]. Ningún grupo está dispuesto a renunciar a su poder, por lo que empleará diversos medios para mantener su influencia.

El grupo más poderoso impone sus demandas; el menos poderoso desarrolla formas para subvertir los deseos del primero. Cuando éste controla las principales institituciones de la macro– manipulación: la ley o la influencia externa. Los menos poderosos, marginados del poder, se vuelven expertos en micro–manipulación y emplean su astucia o destrezas para neutralizar el poder del más fuerte. Pero también contra sí mism@s, cuando la inseguridad les hace valorarse en función de los patrones de quién ostenta poder, y a sus congéneres…por ilusión o rivalidad.

Tod@s sabemos que las reglas pueden cambiar el sentido de las normasadaptarse de cara al exterior y cambiar el sentido hacia el interior; entonces subvierten y puede ser un chiste divertido, pero si se mantienen en este nivel, sin exigir alcanzar rango de norma, se limitan a pervertir el juego, sin cambiar la dinámica del poder y ponen en riesgo el equilibrio psíquico de las participantes, por someterles a un juego de doble vínculo, esquizoide.

El control y el sometimiento son elementos básicos para sostener y reproducir el ejercicio del poder, y si persisten estas diferencias es porque mujeres y hombres interiorizan de forma automática esos estereotipos. No es sólo es el hombre, sino la propia mujer, la que se ajusta a un comportamiento, que no refleja sus características, ni sus creencias.  Este sometimiento también le genera rabia y también pasa facturas para reducir la tensión del conflicto de lealtades entre la adaptación social y su coherencia interna. Pasa facturas de terrorismo emocional, hacia su propia salud mental y emocional, hacia sus congéneres-rivales y relaciones de género degenerativas.

La forma más sofisticada y sutil de extender el poder machista está en la vida social, a través de frases o chistes “inocentes” y “sin ánimo de ofender” pero que ridiculizan a las mujeres, comentarios de doble intención, para insinuar mala reputación o aludir a logros alcanzados por “endemoniados” encantos femeninos, la culpabilización por su comportamiento, su personalidad, su forma de vestir: la viuda alegre, la sexy…y es que “van provocando” luego se quejan de que las violen.

Demasiadas mujeres, incluso progresistas, participan de esta clase de conversaciones machistas difamantes y asienten encantadas, como si la presencia de hombres las transformase y, abducidas por alguna variante del Síndrome de Estocolmo, concuerdan cuando de lo que se está hablando es que un hombre se arroga el poder de catalogar, juzgar, y sentenciar SU GENERO con el objetivo de ejemplificar, para que nadie ose contravenir el poder.

Ese es el primer nivel de maltrato de género, el llamado control social y se ejerce tolerando, y apoyando estereotipos de género descalificador, que se camuflan entre la cotidianidad, son fuente de risa y bromas…pese a la sospecha de que se comete una injusticia y se fragua un drama mayor y más profundo. Se trata de aislar a la persona, descalificar sus vínculos, eliminar el feed-back positivo y limitar la influencia aceptable a sus agresores. Es violencia moral y se usa con total impunidad y,  en dos pasos más se llega a la crónica de sucesos…“Sin querer ofender a nadie”, estamos como al principio: “la expulsión del clan”.   
El SI o el NO, de la asertividad femenina no son provocaciones, ni amenazas y no necesitan disculparse... Confrontar las actitudes que están en los estereotipos de género nos conviene a TOD@S. ¿Qué tal si vivimos el sexo con sana alegría? ¿Cambiamos miedo/poder por amor/respeto?




[i] Maturana, Humberto
Amor y juego, fundamentos olvidados de lo humano. Del patriarcado a la democracia.
[ii] Sanday, Peggy Reeves 
Female Power and Male Dominance: On the Origins of Sexual Inequality
Cambridge Univ. Press, Cambridge, 1981
[iii] Dra. Laura Guzmán Stein
ROLES SEXUALES, ROLES DE GÉNERO Y PODER

Anton Losada en Diario Público
http://t.co/GJ05o5TBjU

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