domingo, 11 de mayo de 2014

El viaje; esa "ad ventura" del alma...

Viajes en pos de la verdad, de la felicidad, de la inmortalidad, del propio centro, de los mitos que nos pueblan…

Todo viaje tiene un sentido,  supone salir de lo conocido- que también nos conoce y nos limita a las facetas que conoce- confrontar los avatares del tránsito, hacia un destino en el espacio exterior y en nuestros mapas mentales de orientación individual.

El cuerpo y el alma atraviesan situaciones y localizaciones, en el espacio y en la mente que ponen a prueba los límites con los que nos identificamos. Viajamos por el exterior y crecemos en el interior.

La idea del viaje turístico es un descubrimiento de los tiempos modernos, pero su raíz etimológica remite a un nivel más profundo e interesante. Procede del catalán viatge, que a su vez lo tomó del latin viaticum, de la que derivan viático (eucaristía que se administra en el tránsito a la muerte) y vía o camino.

El viaje mítico o iniciático comienza con un elegido, que recibe una llamada para separarse del mundo conocido. El héroe suele rehusar, en primera instancia, de dejar atrás la estabilidad y previsibilidad de un mundo que controla, pero se inicia en esa aventura de cambio. A través de ese viaje las facetas de su personalidad se irán encontrando con diversas situaciones: adversarios, prodigios, aliados… y en esta dinámica de fuerzas internas y externas (avatar)  pondrá a prueba las estructuras de su mentalidad. De la experiencia saldrá reforzada su sabiduría, y cuando retorna a su Ítaca original, algo en él se habrá transformado, sus dominios y sus valores se han pulido y su camino se habrá reorientado.

En el camino, confluyen un viajero interno y un desplazamiento en el espacio físico o mental, que a través de confrontar sus vivencias, armonizan el corazón y la mente.

Pero también hay viajes que no precisan de desplazamiento en el espacio: de atravesar latitudes, climas y culturas, hay viajes en los que a través de las sensaciones podemos saltar los esquemas a los que nuestra propia mente nos ha acomodado.  Cuando entregamos la conciencia a sentir una sinfonía, el vuelo de un pájaro, el rumor del agua, la luz y el color de un espacio, las emociones que suscitan algunas relaciones… nuestras emociones desencadenan una revolución química que rompe la estructura lógica de la mente; entonces es fácil que se abran huecos por los que se nos transparenten latitudes del alma, nos metacomprendemos por instantes y se abre un nuevo nivel de la espiral.


Cada viaje en un viático en el que nos mueren avatares ligados al contexto y se nos abren nuevas alas…

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