La violencia degenerada. NIVELES III y IV.
En el primer nivel, la violencia se
ejerce por control social y acoso moral.
En el segundo nivel se retira de miradas curiosas, se refugia en el ámbito
doméstico y aumenta el grado de violencia emocional y maltrato psicológico.
Mediante un juego de cal y arena se han ido desmoronando las estructuras que
sostenían la auto-estima de la víctima, se le ha hecho luz de gas emocional y
su mentalidad está confusa.
El agresor se ha situado en un plano de
superioridad, y por medio de juicios y descalificaciones hacia todo lo que
considera peligros y ha logrado que nadie tenga influencia sobre ella. Ha
minado su confianza y ha destruido los puentes que la unían al mundo social. La
persona ha sido aislada de los vínculos, por lo que nadie le puede reconocer su
valía y reforzar su auto-estima. Ahora la única persona de la que puede recibir
algún refuerzo es del propio agresor.
Una vez establecida la influencia y
eliminados los testigos, se pasa a la fase de colonización emocional. Al juego
de cal y arena se suma la violencia de los chantajes y quejas. Las quejas
suponen un nivel de agresividad pasiva alto, en el cual el agresor adopta una
posición asimétrica: el agresor no tiene que explicitar sus requerimientos
porque es función de la víctima que se los adivine. Se cree merecedor de refuerzo
y delega en la víctima la responsabilidad de lo que sucede: si las cosas no se
ajustan a lo que él quiere es por culpa de ella.
La persona afectada vive en un auténtico
infierno, tanto cuando el agresor está presente como cuando no lo está, porque su mentalidad ha sido colonizada por
los esquemas morales del agresor, y a través de estos esquemas implantados
percibe lo que le acontece con ansiedad y con la angustia de la comparación
eterna; siempre en espera de aprobación o reproche.
Para ampliar la comprensión de estos
niveles podemos recurrir a alguna películas de Michael Haneke, tales como: La
cinta blanca o Funny Games.
En el nivel IV se alcanza la violencia
física, emocional, sexual; hay chantajes, torturas, negligencias en los
cuidados, golpes, agresividad verbal, etc...
No me quiero detener en esta fase porque es demasiado violenta para mí y
prefiero protegerme de este relato. Ahora la escalada alcanza todos los ámbitos
y esferas de la vida de la víctima y puede llegar a un desenlace trágico, que
nos incluye a tod@s porque tod@s formamos parte de su contexto y la violencia
se extiende como la pólvora.
Por su parte el agresor,
independientemente de su género, suele tener un déficit de auto-estima notable,
porque se siente incapaz de alcanzar sus propios standares, y esto le lleva a refugiarse
en una dimensión de superioridad egótica, que como no se sostiene en ninguna
realidad, precisa de hundir a la otra persona para poder ostentar un papel de pretendida
superioridad.
El agresor agrede tratando de liberar su
impotencia y su desprecio hacia sí mismo… pero aun así, ¡no nos da ninguna pena!
Porque en el camino de la vida todos tenemos muchas vías y los agresores elijen
un atajo que va contra toda@s y sólo va a favor de su ego.
Si nosotr@s no le importamos lo
suficiente como para mantener una relación simétrica y respetuosa, a nosotr@s tampoco nos tienen que importar su
impotencia y sus frustraciones: ¡¡¡al enemigo ni agua!!!
Nosotr@s, al igual que el agresor tenemos muchos caminos abiertos en la vida propia y en nuestros contextos. Confrontar y frenar las relaciones asimétricas, irrespetuosas y violentas en su inicio, en cualquier contexto es algo que está nuestras manos en el NIVEL I.